Se estima que en 2020 cada español tiró una media de 31 kilos o litros de alimentos, lo que supone un total de 1.364 millones de kilos de productos desperdiciados

Es algo que no deja de sorprender: mientras en determinadas zonas del planeta la falta de alimentos es causa de importantes hambrunas, en otras el problema radica en su desperdicio. De hecho, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el hambre en el mundo aumenta a la vez que se desperdicia cerca de un tercio de todos los alimentos producidos a nivel mundial. Ya en 2018 se estimaba que esa producción desperdiciada permitiría alimentar a 2.000 millones de personas. Es contradictorio, ¿verdad?

En el caso de España, el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación detallaba recientemente que durante el año 2020 los hogares de nuestro país tiraron a la basura 1.364 millones de kilos/litros de alimentos, lo que supone una media de 31 kilos/litros por persona. Más allá del «golpe» que supone en el ámbito de la sostenibilidad, el impacto económico no es tampoco baladí: el ministro del ramo, Luis Planas, cifraba la pérdida por persona en 250 euros.

Dado que el desperdicio de alimentos supone, según lo explicaba Planas, una «ineficiencia» de la cadena alimentaria con consecuencias económicas, sociales y ambientales, el Gobierno aprobó el pasado mes de junio el proyecto de Ley de Prevención de las Pérdidas y el Desperdicio Alimentario para frenar la pérdida de alimentos desde el origen, es decir desde el campo, hasta nuestras casas.

Es evidente que la reducción del desperdicio alimentario es un reto mundial al que debemos hacer frente de manera individual con el fin, entre todos, de evitarlo. Así lo ponen de manifiesto los Objetivos de Desarrollo Sostenible, en concreto el 2, 12 y 13, denominados Hambre Cero, Producción y Consumo Responsables y Acción por el Clima, ámbitos estrechamente vinculados al tema que os planteamos.

Y es que no solo se trata de tirar comida y de la carga ética que ello supone si visualizamos ese mapa del mundo en el que en una buena parte suenan las alarmas por los estragos que causa el hambre. Es que además son ingentes los recursos que se emplean en los procesos productivos y que se van también a la basura junto a los propios alimentos.

En Mercasalamanca somos muy conscientes del gran impacto económico, social y medioambiental del desperdicio de alimentos. Por ello, es uno de los ejes de nuestra visión: junto a nuestra apuesta por la protección del medio ambiente figura, precisamente, la reducción del desperdicio alimentario. Y como sabemos que se trata de una cuestión cuyos beneficios y perjuicios nos afectan a todos, queremos compartir algunos consejos cuya práctica nos permitirá aportar nuestro granito de arena para frenarlo.

Compremos lo necesario y guardémoslo con «cabeza»

Todos lo sabemos, aunque a veces es difícil resistirse: lo ideal es ir a comprar con una lista de lo que necesitamos. Y para elaborarla es fundamental sentarse a planificar las comidas que vamos a tener que preparar, siempre variadas, sanas y, a ser posible, con producto de proximidad.

El hecho de ir con una lista evitará esas compras innecesarias y compulsivas que muchas veces acaban en la basura. ¿Y qué hacer cuando tenemos que guardar la compra? Pues ordenarla con lógica en los lugares donde la almacenemos: tratemos de poner en primera fila los productos que caducan antes con el fin de consumirlos de manera previa a su fecha límite. Además, la FAO recomienda emplear contenedores herméticos para mantener frescos en el frigorífico los alimentos abiertos.

En este punto es importante recordar la diferencia que existe entre los conceptos de «caducidad» y «consumo preferente». El primero tiene que ver con el tiempo de consumo del alimento: a partir de la fecha indicada, puede ser perjudicial. Respecto al segundo, es simplemente una indicación ya que se pueden ingerir superada la fecha.

Usar la creatividad con las sobras

Es habitual, especialmente en fechas señaladas, ver cómo gran parte del contenido de los platos va a la basura. Pero, ¿por qué no pensar en reutilizar esos alimentos en otros preparados? En España sabemos mucho de eso porque durante muchos años no se concebía el desperdicio alimentario. Productos como las croquetas u otros de elaboración casera permitían emplear sobras de otros cocinados, evitando así desecharlos.

Hay muchas opciones: de la misma manera que se pueden hacer croquetas de pescado, pollo, carne o huevo, se pueden preparar sanos y sabrosos batidos o postres con esas frutas que maduran antes de lo previsto o que no tienen una apariencia atractiva en el establecimiento de compra. Este es un buen consejo para casi todo en la vida, y también para algunos alimentos como las hortalizas y las frutas: no juzgar por las apariencias. El hecho de que no respondan al «canon estético» habitual no significa que no estén en buen estado, y mucho menos, que haya que tirarlas.

Tampoco hay que olvidar que siempre tenemos la opción de congelar lo que no se consume. De este modo, además de no desperdiciar, nos ahorramos cocinar otro día. Y para los más comprometidos: los desechos de comida pueden almacenarse en un recipiente específico para elaborar compost.

Más recomendaciones importantes

Desde Mercasalamanca apostamos por ello y queremos seguir sensibilizando a la población sobre la importancia de mantener una dieta saludable y sostenible: no solo favorecerá a nuestra salud, sino que además los productos frescos y saludables suelen ser sencillos de elaborar.

Asimismo, apoyamos la seguridad alimentaria y defendemos el producto local, de proximidad, porque sabemos que apostar por él es dinamizar el desarrollo socioeconómico de nuestro entorno y luchar contra la contaminación. En definitiva, son muchas las opciones que tenemos para no desperdiciar alimentos.

¿Te sumas a este reto global?